MARIA ANGLES SANTET - 2024
Puedo empezar diciendo que mi voluntariado ha sido una experiencia llena de emociones de todos los matices. Es algo que ya me avisaron en la formación que podía pasar, pero como voluntaria primeriza yo creía estar preparada y que casi nada me iba a afectar. Los buenos momentos siempre han superado a los momentos difíciles, pero es cierto que no me he salvado de estos últimos
En la primera semana, los nuevos voluntarios fuimos la novedad para los chicos. Recibimos preguntas de todo tipo, algunas las respondíamos rápidamente y otras las evadíamos entre risas A mí me encantaba que me entrevistasen por todo el campamento de San Carlos, donde pasé la mayoría de los días de esta semana, porque eso significaba que estábamos empezando a conocernos. Quizás el único inconveniente fue la estancia en el campamento, ya que hacía un clima muy frío y el lugar no estaba adaptado para ello. Además, no nos explicaron cómo iban a ser las condiciones allí, entonces el choque cultural fue mayor. Sin embargo, estas condiciones desfavorables me hicieron ver lo fuertes que eran estos chicos, ya que no conseguían borrarles las sonrisas ni quitarles las ganas de jugar
Las siguientes semanas estuve de voluntaria en el Hogar Don Bosco, la mayoría del tiempo con la comunidad de San Francisco, es decir, con los más pequeños. Allí, una vez pasada la novedad de los primeros días, percibí que la actitud de algunos chicos conmigo cambió. Los más pequeños empezaron a desobedecer y de parte de los preadolescentes y adolescentes recibía diariamente comentarios despectivos y sexualizados hacía la mujer. Esta situación me afectó al principio porque no sabía cómo acabar con el problema de manera que no les creara rechazo a los chicos
La directora del centro, las educadoras y otras voluntarias me recomendaron pasar un poco de esos comentarios ya que a todas le había pasado al principio y era la forma que tenían los chicos de ponernos a prueba en su cultura que sigue siendo un poco machista. Yo decidí no dejar que esos comentarios afectaran mi relación con los chicos y, como me habían dicho, la frecuencia fue disminuyendo con el tiempo, aunque nunca desaparecieron del todo en algunos chicos adolescentes
Conforme pasaron los días todo se empezó a normalizar. Los pequeños de San Francisco me empezaron a coger cariño y yo a ellos. Sus abrazos y sonrisas por las mañanas me daban energía para afrontar el día con la misma alegría que ellos desprendían. Junto a las educadoras acompañaba a los chicos en todas sus tareas y actividades, lo que me hacía sentirme productiva y útil. El pasar prácticamente todo el día con ellos me sirvió para adaptarme más fácilmente a sus rutinas y cada día que pasaba los conocía mejor. Para mí fue muy gratificante ayudarlos en sus tareas escolares y ver cómo iban aprendiendo diariamente. También me he divertido mucho jugando con ellos; esto me ha hecho volver un poco a mi infancia y dejar de lado todas las preocupaciones y prisas que tengo como estudiante universitaria. En cuanto a la comunidad de Carlos Acutis, me llevo en el corazón esas conversaciones tan bonitas sobre la vida que todo adolescente necesita tener para saber que adulto quiere ser y las miradas de amistad de algunos chicos que me han reconfortado en los momentos más difíciles. También me llevo tatuados los abrazos de los preadolescentes de Miguel Magone que, aunque son difíciles de conseguir, recibía diariamente
Como sugerencia, me hubiera gustado ir rotando entre los diferentes hogares del Proyecto Don Bosco, como hacían los demás voluntarios, para que no se hiciesen tan monótonas las semanas Para terminar, quiero decir que para mí ha sido un gran regalo haber conocido a todos los chicos y demás personas que forman el Proyecto Don Bosco. Siempre recordaré lo bonita, alegre y llena de colores que se veía la vida en ese hogar. GRACIAS