JULIA ALCEDO - 2025

Durante los meses de julio y agosto tuve la oportunidad de realizar un voluntariado en el Plan 3000, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia de la mano de Cooperand. Han sido dos meses intensos y transformadores, en los que participé en numerosas actividades que me permitieron no solo aportar, sino también aprender profundamente de la comunidad.

Entre las tareas que llevé a cabo, destacan los juegos y dinámicas divertidas del oratorio, al que acudían los niños del barrio mañana y tarde durante sus vacaciones. A ello se sumaron talleres de cocina, plantación de lentejas, un campeonato de fútbol y actividades de papiroflexia que fomentaban la creatividad y la unión entre ellos. También tuve la oportunidad de impartir talleres de higiene de manos en todos los cursos de primaria y en la guardería Divino Niño, así como un taller de primeros auxilios a un grupo de madres de niños con autismo y talleres de ITS en el colegio a los niños de secundaria.

Otro de los momentos más enriquecedores fue colaborar en el inicio del proyecto “Consultorio médico y enfermería general Padre Vicente”, donde participé desde las labores de limpieza hasta el trabajo sanitario junto a la doctora Juliana. Por las tardes, mi labor se completaba con el apoyo escolar a los niños del barrio, que me permitió acompañarlos de cerca en su aprendizaje.

Entre las experiencias más sensibles estuvo la observación de un posible caso de maltrato infantil; aunque mi intervención fue pequeña, logré que el niño empezara a asistir poco a poco al apoyo escolar, y me queda la espina de pensar cuánto más se podría haber hecho con más tiempo en Bolivia.

Quiero expresar mi profundo agradecimiento a todas las personas que hicieron de este voluntariado una experiencia única. A las Hermanas del Divino Salvador Leonor, Rosario y Julia, por su acogida y por hacerme sentir como en casa. A Don Edgar, un ejemplo de generosidad y servicio, al Director por su ayuda constante con el consultorio, y a las psicólogas Alejandra, Evelyn, Laurita y Zoraida, así como al psicopedagogo Porfirio, por su apoyo y profesionalidad. Mi gratitud también a Esther, del departamento de cooperación internacional, siempre atenta en todo momento. Por supuesto, a los niños, que calan de una manera imborrable: mma, Luciana, Mariana, Arturo, Alex, todos mis pequeños de primero de primaria, Alexis, Xiomara, Jeins, Josué, Emiliano, Yaely, Santiago, Javier, Jasiel, Belén, Dylan, Jeyco, Yasira, Franco, Maite, Rosario, Nicol, Daniela… y muchos más cuyos nombres llevaré siempre conmigo.

En cuanto a las áreas de mejora, creo que es necesario que los voluntarios dispongan de momentos de descanso y de tiempo para conocer la zona en la que viven. Sumergirse en el barrio es fundamental para que la acción sea más completa. También considero que no es recomendable ir en el mes de vacaciones escolares, si el objetivo principal es trabajar con el colegio. En ese caso, sugeriría seleccionar voluntarios que sean estudiantes o titulados en educación, para lograr un impacto más profundo. La vuelta a España está siendo un proceso de adaptación, porque es difícil dejar atrás tanto vivido en tan poco tiempo. Este voluntariado no ha sido solo un servicio, sino una transformación personal: me ha enseñado a valorar la resiliencia, a comprender que el dar y el recibir van de la mano, y a sentir que, aunque el tiempo haya sido corto, cada gesto compartido deja huella.

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