Carles González - 2015


Mi experiencia como voluntario en Techo Pinardi ha sido, y será, una de las más importantes a mi vida.

Han pasado unas semanas desde que he vuelto y todavía me cuesta poder ponerle palabras a todo el que he vivido y sentido en sólo un mes que ha durado mi voluntariado.

Desde el primer momento en el que llegué me sentí muy a gusto, tanto con el equipo como con los chicos y chicas del hogar; desde el segundo día hasta el último segundo que compartí con ellos, fui uno más. El día a día, a pesar de seguir más o menos la misma dinámica, para mí era diferente: diferentes historias, diferentes emociones, diferentes realidades...
Personalmente, la peor parte de la experiencia ha sido la vuelta: estar alejado de toda aquella realidad, no saber qué es de los chicos en su día a día, como se estarán portando, si ya ha llegado el día de su audiencia, qué se ha decidido, si están bien...

La relación con los chicos ha sido muy buena desde el primer momento. Me sorprendió mucho el valor que dan a pequeños detalles, sus reacciones ante comportamientos que a mí me parecen corrientes, sus historias, el contraste entre ellos y los jóvenes y, sobre todo, su agradecimiento casi inmediato desde el principio hasta el final.

Puedo decir con total seguridad que los vínculos que se crearon con los jóvenes del hogar durante este mes han sido fuertes y sinceros. Se crearon muy rápidamente con la gran mayoría de ellos; con otros costó algo más pero acabaron siendo igual de fuertes y, en algún caso, incluso más fuertes del que podría esperar.

Se creó un clima de confianza tan importante como necesario por y que nos permitió compartir juntos grandes momentos inolvidables, como conversaciones, juegos, risas... Algunos de los muchos momentos que recuerdo con mucho afecto, fue cuando un grupo de chicos me enseñaba el “lenguaje del joven cruceño” o cuando los chicos se sinceraban completamente y me explicaban todo aquello que se les pasaba por la cabeza en ese momento.

La experiencia me ha hecho valorar la suerte que tenemos de nacer y crecer donde lo hemos hecho. Esto ya condiciona gran parte de nuestra vida. Pienso que el contexto en el que han crecido estos chicos y chicas no les ha favorecido y que en un contexto diferente, como seria el nuestro, ellos no habrían cometido los errores que cometieron y no estarían pasamos por la situación por la que están pasamos actualmente; al igual que pienso que jóvenes de occidente, en ese contexto, podrían estar en la misma situación que la de ellos.

Independientemente del motivo por el cual estos chicos están en el hogar, en el fondo no son tan diferentes a los de aquí. Todo el mundo merece una segunda oportunidad y nadie tiene que ser juzgado ni prejuzgado por su pasado; todos podemos cambiar, sólo se tiene que ver los casos que han pasado por el hogar y han hecho un cambio de pensamientos y en sus vidas. La implicación en la tarea es imprescindible. Después de vivir la experiencia soy todavía más consciente que se tiene que vivir plenamente, con y en todos los sentidos, para poder dar lo mejor de un mismo. En este sentido, estoy satisfecho de haber podido vivir la experiencia como la he vivido y habiendo intentado hacer todo lo posible, a pesar de que bastante lejos de lo que me hubiera gustado hacer debido al poco tiempo de estancia, un mes de voluntariado.

No quiero acabar sin mencionar la gran labor que hacen las personas que trabajan en Techo Pinardi para que estos jóvenes puedan salir adelante y tener una vida mejor. A pesar de la carencia de personal que hay en el hogar, sus esfuerzos y dedicación son admirables.

Agradezco mucho la libertad que me han dado para actuar allá donde veía necesario y todas las facilidades que me han dado en todo momento.

En todo este tiempo los chicos me han enseñado más a mí sin darse cuenta que yo a ellos.

Espero haber dejado en ellos una pequeña parte de la huella que cada uno de ellos ha dejado en mí.



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